Al inicio del curso, se requiere comunicar y entregar el programa detallado a los estudiantes. Dedicar un tiempo a discutir el programa y resolver dudas. De ser necesario, realizar ajustes que se consideren pertinentes de acuerdo con el nivel académico y las habilidades para el aprendizaje autónomo observados en los estudiantes.
Detallar desde las sesiones iniciales con claridad la lógica educativa del curso, es decir, cuál es el papel del docente y el de los estudiantes, las normas de participación, las modalidades de las sesiones, la elaboración de productos y períodos y métodos de evaluación.
Durante el curso, respetar los horarios definidos por la entidad académica y el programa educativo para los momentos síncronos de clase o interacción con los estudiantes, con el fin de que no se empalmen con los horarios de otros cursos.
Considerar el tiempo que el estudiante requerirá para la realización de las actividades de aprendizaje y que no se supere lo considerado en el programa educativo.
Proporcionar indicaciones precisas para la realización de las actividades o tareas de aprendizaje a los estudiantes y el producto que se espera lograr. Las actividades implican siempre la generación de un producto, por ejemplo, apuntes, ejercicios, informes, mapas conceptuales, glosarios, exposiciones orales. Una actividad que no desemboca en la generación de un producto no tiene sentido.
Establecer normas de comunicación e interacción a través de los espacios establecidos de manera general en tu curso.
Regular el tiempo de tus exposiciones a través de medios síncronos de comunicación, recuerda que la sincronía no es similar a la presencialidad. Dentro de estas sesiones síncronas alterna entre tu exposición con actividades de interacción.
Complementar con materiales y recursos didácticos de apoyo, a tus estudiantes les es atractivo revisar los puntos de vista o perspectivas de otros autores. Recuerda analizarlos previamente, antes de colocarlos a disposición de tus estudiantes.
Reconocer la implicación en tus estudiantes el desarrollo de habilidades para el aprendizaje no presencial como el desarrollo de capacidades para el trabajo autónomo, la regulación y organización de tiempos, entre otros. Hay que recordar que ellos también están aprendiendo y se están ajustando a una modalidad a la que nos están acostumbrados.
Evaluar continuamente las actividades del docente, esto brindará la suficiente información para saber qué se tiene que ajustar, reemplazar, quitar o incluir posteriormente en el curso. Hay que recordar que la evaluación es la mejor forma de mejorar la práctica docente en conjunto con la reflexión.
Redactar las actividades que el estudiante debe desarrollar con la suficiente claridad. Especificar qué tiene que revisar, qué debe crear, cuándo lo tiene que entregar, cómo y dónde los entregará permite la estudiante tener claro el objetivo además de disminuir el grado de incertidumbre.